martes, 25 de septiembre de 2012

tan breve como inevitable

El verde que no advertí, se adhiere al interiror de mis párpados. Y con los ojos cerrados veo, que me mirás sin ver.
Sin parafernalias, dijimos "chau" como quienes van a encontrarse mañana.
El olvido es la fuerza que se obliga a funcionar, cuando el deseo firmó que no se irá jamás.




sábado, 8 de septiembre de 2012

Pela Dos

Este relato no tiene nada que ver con el anterior, excepto por su protagonista. El Pela. Pero no aquel, sino otro.
Horrorosamente cada invierno, quiero instalar en cual sea la casa que viva, fuentes de calor inagotables, si fuera por mi, migraría al mismisimo centro de la tierra de marzo a noviembre. Solo saldría en verano, a la playa y a tomar sol. Delirios al margen, me dispuse a hacer algunas refacciones en mi hogar, con el fin de colmarlo de calidez, en toda su apmlia gama de sentidos.
Rastreando y rastreando, dí con un buen hombre sobre el cual había recibido la mayor cantidad de recomendaciones. Tengo un amigo que hace un excel para todas las cosas importantes que tiene que organizar en su vida (viajes, mochilas, horarios, actividades varias, insumos de oficina de su propio escritorio... en fin). No llegué a tal aplicación, pero digamos que me ocupé del asunto, seria y responsablemente.
Lunes (todas las cosas empiezan en lunes), ocho de la mañana, llega el Pela y sus secuaces. Muñidos del consabido balde de albañil, el cual a su vez incluye las típicas herramientas de albañil... y una cocacola. Más tarde entendí que esta era también una típica bebida - herramientil... y no para aflojar tornillos ni óxidos.

A ellos les gusta romper. Y cómo les gusta.

Empezaron por el baño, siguieron por las paredes. no se contentaron y fueron por el living. Como si fuera poco, le cayeron también al dormitorio...
hasta la perra que es negra, se veía blanca. Acción cromática de una considerable capa de polvo en su minúsculo lomito.
Tuve que cerrar mi expresión de asombro y desconsuelo, pues se me estaba llenando de polvo también...
Pero ellos -dos de los secuaces lookeaban  "a lo Pela"- le ponían onda. Toda la onda... La típica de los pelados desertores. (Judas llevaría calva, seguramente)
Tal era la onda, que lo dejaba que me apodara "gordi". Sí. Con todo lo que eso conlleva para mi complejo de complejos. Traían medialunas para desayunar. Al almuerzo, les calentaba lo que traían en el taper... colesterol puro, digno co equiper de la cocacola antes mencionada.
Incipiente amistad. Idilio. Felicidad al ver mi hogar en flor...
flor de despelote!


Duró tan poco el amor y la buena onda... debe ser característico de los amores pelados...
Finalizada la obra, el estado de cosas no era ni por asomo el que yo anhelaba... Al margen de que ya pasaron dos meses y sigo sacando polvo. Quedó mejor el techo que puse yo -parada en la mesada y sin herramientas ni cocacola- que cualquiera de las desorbitadas y desencuadradas cajitas de luz.
No sólo que me quiso cobrar de más, sino que inscribió su mortífera negligencia en lo diminuto de un escape. Si la anécdota la contara mi abuela, diría que me podría haber muerto.
No me morí. Pero a él lo hubiera matado.