martes, 6 de noviembre de 2012

dijo

Sos hermosa hasta en las palabras

Sin rencores. Otro camino.
Innmortalmente, gratitud.



(Suena a lata y te ofusca, lo sé. Pero es Zeppelin, vamos!)

lunes, 22 de octubre de 2012

fantasma

qué es esta fatalidad... de verte quieto, de escribirte sin leerte, de escucharte y no tocarte...
de saberte ahí, pero no encontrarte acá.
Es tan cruel la topología de tu espacio... vacío.
A golpes contra las paredes por las que camino, por no llorarte.

Morite, andate de una vez. Ya no vuelvas. O llevame con vos.


La suposición de lo supuestamnte sabido, De no saber nada. De saberlo todo, y que sea la misma desventura del desencuentro. Fue tan soleada la la aventura de encontrarte en el pasaje de mi intimidad...
¿Dónde te fuiste? ¿y por qué?
La racionalidad explicativa enmudece... estoy sola. Con el conjuro de que ésta, la número mil, será la última lágrima... tan última como las otras novecientas noventa y nueve.

Viste todos mis detalles... imperfectos. Y tu risa los volvíó brillantes.
Nunca más te pensé, pero todo te nombra. Quise enterrarte en el olvido. Bajo el barro en el que dejamos una lúdica huella... Brotás una y otra vez.
Y no sé si es tu recuerdo o mi ideal. Sos tan efímero como contundente. Sos mi misterio favorito y más temido.
Lo que espanto por la puerta... vuelve por la ventana. Un fantasma.
Tu rareza particularmente adorable me hace querer creer que nunca exististe...

Por las bambalinas de un teatro, sobre el aire montado, canté todos mis silencios para complacerte como Christine a Erik, en la Opera Garnier.
"Seguramente, si su (mi) corazón seguía haciendo tanto ruido, iban (s) a oírle. Tomó (é) su (mi) corazón con ambas manos para hacerlo callar. Pero un corazón no es como el morro de un perro"

Corrí por los subsuelos de la literatura en la que me refugio. Tu espectro me salió al paso.
Le pedí a Dios, ya sin respirarlo. Y a la Ciencia y su torpeza. Aún, sin respuestas
Solo un viejo conocido vino a tranquilizar mi espanto:
"...Amigo mío, un fantasma no puede existir, y no creo que las leyes de la Naturaleza admitan excepciones en favor de la aristocracia inglesa."

Dejame tocarte. O dejá de tocarme desde esa, tu otra realidad.


 

martes, 16 de octubre de 2012

Es tilo. Es pera


Lo inútil asalta a la espera. Y la fatalidad es apuro. Los poros, azorados como testigos mudos del sudor que se escurre de la paciencia. Metáfora barata la de la arena del reloj. Pero así.
Desesperar sin mover un músculo. O agitarlos todos, en vano.
La fila. La formación favorita del obsesivo. Pero su Némesis.
Un sucederse de cuerpos ausentes, pero con sus motivos y sus colores. Sobre todo sus colores.
Insistir con la mirada en la nuca del antecesor, poco empuja el asunto. Pero, si puede reparase en los colores, el tapiz es recreativo. O bien, un Roscharch psicodélico... y ahí si: Sin escalas a lo isoslayable. Desde la duda respecto de la perilla del gas, hasta el triciclo con timbre de metal... en la casa de la abuela? Las tardes en la vereda.. y el sopor del aire se aleja. Hasta el semblante - antes punzante de inmediatez- delata la ensoñación...
La espera es cruda. O a fuego lento. Pero nunca de la manera que -paradójicamente- se espera.
Desnuda en público aquellas vergonzantes manías, pero no se corre peligro: nadie ve, aunque todos miran por que ninguno los vea. Ausencia y espera. Fatal combinatoria espaciotemporal, que exhorta a toda bajeza a aflorar.
¿Qué se espera en una fila? ¿Qué se llora en un llanto? ... qué se dice en una palabra?! ¿y en un silencio?
Parada en el borde. En el límite entre la espera y la deseperación. En una fila mundana que resignifica todas las simbólicas, y cada uno de los momentos suspendidos. Decidida y premeditadamente, resuelvo la caída libre al infinito de posibilidades.
Nada de mirar la luna. Nada de cinco minutos para un té.
Renovada estética de la desesperación. Estilo creativo del anhelo.
Sí, es inútil esperar esperando.




martes, 25 de septiembre de 2012

tan breve como inevitable

El verde que no advertí, se adhiere al interiror de mis párpados. Y con los ojos cerrados veo, que me mirás sin ver.
Sin parafernalias, dijimos "chau" como quienes van a encontrarse mañana.
El olvido es la fuerza que se obliga a funcionar, cuando el deseo firmó que no se irá jamás.




sábado, 8 de septiembre de 2012

Pela Dos

Este relato no tiene nada que ver con el anterior, excepto por su protagonista. El Pela. Pero no aquel, sino otro.
Horrorosamente cada invierno, quiero instalar en cual sea la casa que viva, fuentes de calor inagotables, si fuera por mi, migraría al mismisimo centro de la tierra de marzo a noviembre. Solo saldría en verano, a la playa y a tomar sol. Delirios al margen, me dispuse a hacer algunas refacciones en mi hogar, con el fin de colmarlo de calidez, en toda su apmlia gama de sentidos.
Rastreando y rastreando, dí con un buen hombre sobre el cual había recibido la mayor cantidad de recomendaciones. Tengo un amigo que hace un excel para todas las cosas importantes que tiene que organizar en su vida (viajes, mochilas, horarios, actividades varias, insumos de oficina de su propio escritorio... en fin). No llegué a tal aplicación, pero digamos que me ocupé del asunto, seria y responsablemente.
Lunes (todas las cosas empiezan en lunes), ocho de la mañana, llega el Pela y sus secuaces. Muñidos del consabido balde de albañil, el cual a su vez incluye las típicas herramientas de albañil... y una cocacola. Más tarde entendí que esta era también una típica bebida - herramientil... y no para aflojar tornillos ni óxidos.

A ellos les gusta romper. Y cómo les gusta.

Empezaron por el baño, siguieron por las paredes. no se contentaron y fueron por el living. Como si fuera poco, le cayeron también al dormitorio...
hasta la perra que es negra, se veía blanca. Acción cromática de una considerable capa de polvo en su minúsculo lomito.
Tuve que cerrar mi expresión de asombro y desconsuelo, pues se me estaba llenando de polvo también...
Pero ellos -dos de los secuaces lookeaban  "a lo Pela"- le ponían onda. Toda la onda... La típica de los pelados desertores. (Judas llevaría calva, seguramente)
Tal era la onda, que lo dejaba que me apodara "gordi". Sí. Con todo lo que eso conlleva para mi complejo de complejos. Traían medialunas para desayunar. Al almuerzo, les calentaba lo que traían en el taper... colesterol puro, digno co equiper de la cocacola antes mencionada.
Incipiente amistad. Idilio. Felicidad al ver mi hogar en flor...
flor de despelote!


Duró tan poco el amor y la buena onda... debe ser característico de los amores pelados...
Finalizada la obra, el estado de cosas no era ni por asomo el que yo anhelaba... Al margen de que ya pasaron dos meses y sigo sacando polvo. Quedó mejor el techo que puse yo -parada en la mesada y sin herramientas ni cocacola- que cualquiera de las desorbitadas y desencuadradas cajitas de luz.
No sólo que me quiso cobrar de más, sino que inscribió su mortífera negligencia en lo diminuto de un escape. Si la anécdota la contara mi abuela, diría que me podría haber muerto.
No me morí. Pero a él lo hubiera matado.







martes, 31 de julio de 2012

Pela Uno

Cerca de su casa hay una semi oficina... allí -en horas laborales- habita un muchacho que por suerte o por opción, ha devenido en "pelado con onda"... aunque más tarde, los hechos hayan determinado otra cosa.
Sucede que la cercanía y la frecuencia, los hicieron coincidir en un café. Palabras cuidadosamente pronunciadas, la convencieron de una cita no tan azarosa como el café en cuestión.
Paréntesis: sólo las palabras y algo de su simpatía. Porque si hay algo que decididamente ella no quiere nunca, es salir con un pelado, por más onda que tenga... en realidad no quiere salir con nadie. Pelado o no. Decires...
Al momento del encuentro, la hora demandaba una cena. Oportuna y gentilmente, él sugirió un lugar ameno, con variedades de platos... de paso se acordó (muy hábilmente de su parte) de las preferencias gourmet de su invitada. Punto para el pela.
Eeligieron el menú, y él miró en silencio la carta de vinos. La cierra, sonríe. Más silencio.
Llega la camarera, él toma la palabra:
-un crep de calabaza gratten y un lomo a la mostaza-
(bien, el plato de la chica siempre va primero. Otro punto más para su ábaco)
continúa...
-... y un Luigi Bosca Reserva-
la mira cómplice...
-vos no tomás cualquier vino... - cara de galán nato, cabeza (y pelada) ladeada, ojos medio fruncidos y sensación gestual de estar siendo ovacionado por el público del restaurante.
Ella se limitó a sonreír calladamente, con esas sonrisas que no dejan ver los dientes. Conocía la calidad y el precio de ese vino. Supuso cierto arte de seducción en la movida de su festejante. No le importó, pero decidió dar una oportunidad a algo... Y dejó que la cosa transcurra. Anécdota más, anécdota menos, él cuenta:
-... una vez salí con una amiga de mi prima, fuimos los cuatro a cenar, y la mina no dejaba de mirar el celular!!.. todo bien, viste? pero ponele onda... te estoy pagando la cena!!-
Silencio mortal. Hielo.
Una vez más, ella se limitó a sonreir... pero esta vez, ya no daba el beneficio de la duda. Esta vez sólo sonrió. Se alzó como justiciera de tanta arrogancia calva... y sólo esperó el momento de mostrar -verdaderamente- los dientes que ocultaba.
Momento del postre, en conclusión de una cena cuyo tono había cambiado de repente, para no recuperrse jamás.
Él: - te gustaría un postre?
Ella: sabiendo que este era SU momento -sí, a ver... hummmm... éste-
señaló en la carta algo que costaba cincuenta y seis pesos, que no sabía en qué consistía, sólo que figuraba en la lista de postres, y que aplicaría perfecto para su plan...
El: - a ver.. (mira) ah, buenísimo, es para compartir! -
sin entender mucho la onda, parecía entusiasmado y hasta un tanto libidinoso... chocho, ordenó el manjar (?) de cincuenta y seis pesos, moneda nacional.
La copa en el centro de la mesa. Dos cucharitas largas, como para revolver el submarino. No se entendía en modo alguno, cuáles eran los ingredientes del postre, pero era una bomba... en todo sentido.
Ostentando lo barato de su gala conquistadora, el pela ofrece la última bolilla  de la lotería chocolatosa.
Intentando acercarse a ella, inclina su torso sobre la mesa y le alcanza la cucharita cerca de la boca...
La imagen se congela.
En un santiamen, ella arranca la copa de la mesa, se engulle dos cucharadas al hilo y le lanza, como un rayo, una mirada que dice: como sola. Matate.
No importa ya cuál fue el desenlace de la velada... como collar que se rompe, todas las cuentas del ábaco de Pela, cayeron al suelo y rebotando se fueron por ahí...y sabido es que para no volver jamás.


lunes, 30 de julio de 2012

Prendí la estufa. Máximo.
Agarré el teléfono. Marqué de memoria.
Hablé. Corté. Esperé.
Bajé a abrir la puerta. Emoción.
Motín en mano. Estufa en traste.
Placer culposo. Chocolate y Dulce de leche.
Ay!
cinco lineas a fuego en la nalga izquierda...
Pentagrama en el que se inscribió una melodía de excesos antagónicos.


miércoles, 25 de julio de 2012

"Cuándo empecé a escribir mensajes que nunca envío?

A qué velocidad debo vivir para volver a verte?..."

Claro, entiendo que la vida sigue...
Sí, cómo no voy a saber que hay otras cosas en qué pensar... Toneladas de cosas... mil cosas...
El mundo está lleno de nombres, de gentes, de deseos y colectivos.
Estamos de acuerdo en aquello de que no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista, que tanto va el cántaro, que al que madruga, que los camellos, que la palmera, que la sábana y que el velador, que la tinta, que los vidrios, y que mis manos perdieron toda lógica.
Es verdad, ya no sé ni lo que digo... pero te lo digo igual... O no estás ahi?
No voy a mentirte, hice de todo por no nombrarte. Hasta incluso lo logré. Me tragué todas las palabras con las que te pensaba. Sí... y esas imágenes en las que inevitablemente me asaltabas, esas también... con un poco más de esfuerzo, pero se desvanecieron como todos tus ruidos... No, más vale que no fue fácil, me estás cargando!? no te burles de mi fragilidad... bueno, reite de lo que quieras...
Mirame, sí, mirame que te digo esto y ya me voy... aunque en realidad no quiera irme, y aunque nunca haya llegado... pero mirame de una vez, te lo pido... nada de todo esto tendría sentido si pensara en esas otras cosas, si deseara otros deseos y si subiera a otros colectivos. Porque sabés qué? mirame, te digo! no me importa nada...
y la vida sigue y no quiero que me siga de largo, Callate, ¿ no ves que me desespero por poder explicarte esto que siento...? si, si, si, ya sé que ahora no importa... pero así como estamos de acuerdo en aquello del cántaro, también lo estamos con más vale tarde que nunca...
Bueno... no, nada, de nervios me rio, ¿de qué me voy a reír? Ya sé que hay motivos infintos de risa, de hecho hay luz en todas mis mañanas y alegría y felicidad en mi alma hasta el día que me muera y después también, ¿te acordás que te había contado de ella aquella vez? Pero esto que quiero decirte es otra cosa... como que me falta o me sobra algo. Ahí está, o me falta presencia o me sobran recuerdos. Y eso sí que no sé como se conjuga... a mí dejame con los verbos! no, no sos imprescindible, para nada, es peor, o mejor que eso. Porque lo imprescindible viste como es, es como algo impuesto, sea por necesidad o por dependencia, o por cualquier otra bajeza...pero no, no es este el caso. No te necesito en lo absoluto. No!! no estoy enojada! Cómo se te ocurre? Está bien, que sea jodida no quiere decir nada más que eso. Soy así, y ya lo sabés, no sé qué te extraña ahora...
Bueno... No!!! te dije que de nervios, me rio... porque no sé cómo se hace ahora que ya pasó tanto o no tanto tiempo para decir algo que ni siquiera sé si te importa, o siquiera si vale la pena, o la alegría o lo que fuera... Fui y vine, subí y bajé, pero...
(                                                       )
Como te decía, hoy estaba viendo un película, capaz la viste, 5 centímetros por segundo se llama, mirá http://www.youtube.com/watch?v=c4MNzzz5ABI la busqué ahí en ese lugar donde vos me dijiste, pero este es el trailer, como para decirte más o menos, pero yo ya la vi, hace un rato--- ah, no, cierto, te estaba hablando de otra cosa... yo también te quiero. Eso. Punto. No, también no. Te quiero, si. Aunque no vuelva a verte nunca más en la vida. Ahora sí, punto.


Si quisiera evitar mi soledad, bastaría estar con alguien más,

Porque las estrellas parecen caer, no puedo mentirme otra vez...


...Siempre espero ver tu sonrisa, apareciendo en esta ciudad


En el paso a nivel, esperando por el tren

Aunque sé que no tienes motivo para estar aquí




(Y si lo repito tres veces? ...) 


miércoles, 18 de julio de 2012

Eslabón de lujo

Para nosotras, el lavarropas es el mejor amigo de la mujer. Simple y llanamente, lo amamos. Es nuestro electrodoméstico favorito. Tranquilamente podríamos prescindir de todos los demás. La humanidad ha dado sobradas muestras de ello.
El idilio de pompas de jabón es cotidiano. Las ropas flameando al sol cual estandarte de la liberación del refriegue, es el símbolo de nuestra conquista. Oh sí!
Nos volvimos expertas en productos baja espuma y sustancias blanqueadoras. Guardianas de la suavidad de fábrica, de prendas exclusivas. Lectoras e intérpretes profesionales de etiquetas con símbolos contundentes, los mandamientos del lavado.
Somos, por fin, libres e independientes. Sabemos lo que queremos, y lo queremos limpio!!
Como si esto no fuera suficiente, el amor hacia nuestros hijos, goza de la misma blancura que sus medias. Es perfumado. Siempre radiante. Amar a un hijo limpio y que juega al sol, es el deseo de toda madre. Deseo universal.
Y por qué lo amamos? (no, no a nuestros hijos, al lavarropas...) porque mientras damos a nuestras prendas ciclos de spa, nosotras podemos hacer las cosas importantes de la vida, sin perder tiempo.Que es oro, y que nadie tiene, o tenemos poco, o queremos tener más, o simplemente no queremos perderlo por amarretismos indescifrables. El tiempo es nuestro. Punto.
Entonces apretamos la tecla del olvido, y vamos a buscar lo realmente importante, como zapatos en oferta, peluquerías abiertas las 24 hs para que nuestros cabellos gocen de la misma magnificencia que la ropa que vestimos. Pero ojo, bien sabemos que esa ropa en algún momento tenemos que sacárnosla, entonces, sin perder tiempo ni por asomo, vamos al gimnasio, en el mejor de los casos, en los que aun conservemos algo de impulso vital, y sino, de una a los injertos de ácidos varios, que poco tienen que ver con los lisérgicos, pero que hacen maravillas de nuestras inafortunadas y mullidas caderas. No queremos perder tiempo, pero si hay algo que queremos perder y nunca volver a encontrar es la celulitis. Amén.
En esta frenética revolución cultural y de género, sabemos que al volver  casa no vamos perder tiempo en cocinar nada, ni siquiera en calcular calorías, porque hicimos el pedido a Coto digital mientras se centrifugaban las sábanas!!! llega a casa el delivery de lo impensado, hasta de viandas light, por si las enlatadas de coto no nos dan confianza.Confianza: no sabemos que es, pero se sabe que hay que sentirla para tomar esas decisiones inaplazables, como por ejemplo qué cepillo de dientes comprar. Para que nos queden tan blancos como la ropa.
No debemos olvidar que la ropa se cuelga al sol, mientras las flores exhalan su fragancia primaveral. Si no tenés sol, no te preocupes, hay envases atomizadores que traen a tu hogar el perfume de las campiñas italianas y los prados de fresias... o de la flor que inspire tus momentos.
Ahora sí, terminó el ciclo de lavado, adoraste las blancuras y perfumes varios, estás radiante como las camisetas de tus hijos, y no perdiste ni un segundo. Aleluya!!







jueves, 12 de julio de 2012

Negrura pura

Embravecida, es una ráfaga de peste negra cuando combate intrusos. Nada pasa inadvertido ante   su mirada sagaz. Lleva y trae los ruidos de la batalla. Su paso es torbellino. Como una sombra veloz y aguerrida...
Proclama sus vicisitudes, pero sabe valerse sigilosamente del incógnito cuando es ocasión.
Es suya la originalidad de todas las miradas. Sus pupilas, hipnóticas y destellantes. El brillo de lo salvaje en su anatomía irradia el resplandor de su color negro.
Es negrura pura.
Pura y maravillosa.
Porque pese a su coraje guerrero, sabe percibir y festejar la calidez de la amistad. Su presencia cambia toda escena, porque trae con sigo la ternura y la fidelidad inmaculada. Trae juego. Trae lo simple y lo enroscado.
Como ahora, mientras escribo, que -no sin haber dado las consabidas mil vueltas- se hace un bollito entre mis pies.


jueves, 28 de junio de 2012

Piedad?


Música ven a mí y hazme callar...Piedad?
piedad piden los débiles, me dijeron. No pido nada. Llamo a la muerte de todos mis ruidos a que me decapite con magnífica perfección. Música, por favor...
"...lo mismo podría haber sido una budinera"

De una

Dejo guardadas las alas que me dabas para hundir mi huella en la fresca mullidez de este camino por el que te voy a encontrar y te imagino esperándome con los brazos abiertos porque es así como te recibiré cuando me vengas a buscar.

SUSTANCIAS...


(Sus tantas compañías)

Desde el patio hasta la calle por las veredas del sol, y también por las más sombrías cuando caminar es compulsión, mientras me digo en silencio algo que ya me había dicho.
No puedo mirar sin verle ahí, acá, por allá y alrededor
Algo se materializa, se hace luz respetando la oscuridad secreta
... trayendo y dejando lo sustancial.


lunes, 25 de junio de 2012

Ticket to ride

El color lila de una remera con manga tres cuartos, atraía a cualquier ojo a espiar por esa valija mal cerrada.
Como quien la arma al tun tun, sin reparos. Siquiera cuidando la mas mínima pertinencia entre el clima o la estadía. Una valija rechoncha. Densa. Difícil de maniobrar de aquí para allá. Exponente paradigmático de la consabida maleta de loco. Asomaba la manga lila. Y vaya a saberse qué más habría alli. 
Lo cierto es que fue aplomada en el asiento trasero medio polvoriento de uno de esos autitos europeos... Vehículos que cofcofean al zigzag de senderos enrulados. Así llegué al análisis. Así no, en realidad. Porque más tarde me enteraría que el análisis es otra cosa que viene después de que uno llega. O no viene nunca, aunque uno haya llegado hace rato. 

Se dice por ahí que el analista es como un viajante que se sienta del lado opuesto a la ventanilla, mientras el analizante relata el paisaje...                                                             
Sentada a la derecha de Freud Padre Todopoderoso, me adentré en ese cochecito, por los caminos del inconsciente. También se dice que el deseo es huella y camino. Y vaya si lo es!!! Un rally despiadado.
Algo sé también: que de la transferencia se habla en maniobras. Porque uno va y maneja lo mas campante: que mirá las vaquitas por allá, que qué lindo el laguito de más acá... pero cuando en el horizonte se advierten los bueyes perdidos y el camino ya no es tan soleado... ahi la cosa cambia. Ni hablar de si el buey aparece descarnizado en el medio del paso, hediondo de moscas y pustuliento de gusanos, como si la putrefacción misma se hubiese hecho carne inmunda en él y solo en él... ahhhhh no, ahí nadie quiere mirar para adelante. La inmovilidad del espanto demanda respuesta inmediata a nuestro copiloto. 
Yo misma levanté las manos del volante, en intento de arrojarme, con tal de no tener que tolerar la escena del buey, ni ninguna otra de ínfimo tenor. Ahí aparece él o ella. Nuestro copilto designado, elegido sustitutiva y transferenialemente, con amor infantil. Hace su heroico enlace de cadena significante, como cowboy que enlaza ganado, Analista. Es él o ella quien da el volantazo, e impide que el carcajo en el que emprendimos la hazaña, vuelque. La mismísima maniobra de la transferencia.
De Analista lo hemos esperado todo. Pero la transfenomenicidad de su presencia, nos ha dejado solos. Sola. Pataleando por ese amor que no tiene ton ni son, como la maleta del loco. Berrincheando por que Analista me lleve a pasear, y me diga qué empacar en mis quimeras. Y nada. La incógnita, mantenida con vehemencia... 
Trascendida la escena y desmitificado el horror del cadáver y perfilado otro atajo en el paseo, la liviandad reclamaba que se tomaran acciones con la rechonchez del equipaje. Al naranja del atardecer, le aconteció el pase. Analista había devenido en mampostería. Había por fin, caído. 
Como en la cinematografía onírica, ya el auto no era el cofcofeante sajón o germano. Del mismo modo que en la proyección de personajes nocturnos, sabemos que ese es ese y no otro, aunque tenga cara de otro, o aunque hasta unos segundos hubiese sido aquel, así de simple. Jeroglífico puro.
Me vestí con la remera de la manga que asomaba. Chau a la maleta y al enjambre de compulsiones reeditadas. Rollos enredados de negativos de fotos nunca reveladas. Ahora vuelvo a elegir, ahora elijo... Baby you can drive my car, yes I'm gonna be a star, baby you can drive my car... and maybe I'll love you...





Beep beep, beep beep yeah!!!




martes, 19 de junio de 2012

Deseo: brújula esdrújula


Preséntate
échalos
distribúyeme.
Encuéntrame
relocalízanos
cuéntate.
Dibújalos
desenrédate
anúdame.
Adviértelo,
diviértete
subviértenos...

martes, 5 de junio de 2012

Gerundio impune

Me pasó de abrir la puerta para salir a jugar, y encontrarme con los oficiales montados de la Real Academia Española, que me apabullaron. Me metieron para adentro, no me dejaron salir.
En semi penumbras desplegaron su artillería sobre mi mesa de trabajo (que es la misma en la que me siento a comer). Eran muchos, como diecisiete... o más.
No querían prender la luz. Los miraba desde mis pupilas apresuradas, como intentando descubrir a qué venía tal arresto.
Se hablaban entre ellos. Usaban señas desarticuladas, con micro gestos indescifrables. Gestos de ira, de indignación. Todo rápido, como la luz de un rayo, con ruido sordo a encono.
Finalmente, tras haber descalabrado toda mi casa, encontraron la evidencia: la palabra, parole, word, begriff...
Todas disfrazadas, prontas a salir a escena. Tímidas ante esas miradas, pero seguras del papel que tenían que representar, se sentaron a mi lado. Tuvieron que acomodar un poco sus plumas y ropajes. Una tenía miriñaque... pero se sentó igual.
Cruzamos miradas -como las de ellos, pero más decorosas y sutiles- sabíamos por qué venían. Nosotras no estábamos dispuestas a ceder. En lo absoluto. Declarábamos la resistencia. A lo que fuera.
Interrogatorio.
Todas calladas. Yo también. Nada.
Amenazas. Más silencio. Complicidad desde pestañas enruladas, collares de perlas. Todas nosotras, damas de ninguna docilidad. Calladas.
Dieron en llamar a la Santísima Puntuación. Llegó el representante más puntualmente puntuado.
Nos observó.
Calladas.
No tardó en llegar el Consul de Gramática, tierra abnegada, colonia española. Pero no tan real como la Academia.
Calladas.
Horas de silencio inmóvil. De hueco.
Rompieron todo. Se llevaron papeles. Algunos márgenes. Ninguna nota.
Bailamos a la luz de la luna tras su partida.
Les sacamos la lengua a la cola de sus caballos.
Sabíamos que era nuestra fiesta. Y la celebramos. Plena de excesos. Hiperbaton y metáfora. Metonimias rimbombantes. Y las más confundientes de las semánticas.
Sí, Confundiente. Ella, la estrella en aquella noche. Por ella habían venido, pero nosotras la ocultamos. Y no la descubrieron. Saben que existe, la quieren. Pero ella es de acá. De este refugio. Sólo canta para íntimos amigos, para quienes saben apreciar su tono y su cadencia noctámbula.
Es mística, y es femenina.
Ellos tienen su gerundio. Y cómo lo tienen! lo inventaron sólo para ser impunes.
Desde los comienzos de los siglos letrados, sirve para excusar al más de los cretinos. Una carta que está llegando, un barco que está partiendo... qué es en verdad? nada. Porque ni partió ni está en puerto. Ni llegó, ni se escribió, quizás.
Entonces, los hombres de poca monta, lo capitalizan para su causa.
Como queriendo montar - valga el verbo en redundancia con el sustantivo -esos caballos de talante señoral. Garbo que estos animales majestuosos pierden por completo a causa de tener un infelíz sentado en sus ancas, alardeando briosidad. Que le pertenece por completo e indiscutiblemente al caballo.
Esa perpetración en la acción no hecha, pero con pretenciones de ejecutabilidad, dejan ver la maraña mediocre  de excusas baratas y poco inventivas.
Vamos, señores!!! qué es eso de "estoy yendo"?  O aquello de "vamos viendo"?. Ni qué decir de "estoy tratando"!! No es más que una impunidad artificial legitimada -impunemente, repito-
De ustedes, sépanlo, nos reímos nosotras.
Porque calladas, no nos descubren. Aunque huelen nuestros perfumes bien en sus narices. Somos una con Confundiente. Un misterio para ustedes.
Una burla a vuestra hostilidad.
Vean, acá se lo estamos escribiendo...






jueves, 31 de mayo de 2012

La idea obsesiva

es como una tabla de lavar

Fregás y refregás. Te rompés partes del cuerpo retorciéndote en el esmero para que lo manchado desaparezca, y nada: te mira cada vez más instalado y no se va.
Tiene ese olor a madera mojada, apestosa de humedad.
Y así  intentás, en vano -obvio- darle y darle a algo, en apariencia sucio.Que incomoda y molesta, como una mancha de salsa en un mantelito blanco de tomar el té. Es sabido por qué molesta. Porque no era eso.Era otra cosa. O sea, no encontrás cómo explicarlo, pero sabés muy bien cómo es. No se lava en una tabla, todos lo saben, pero vos lo hacés en el fondo de tu lavadero personal, sin éxito ni gloria.
Y queda la evidencia, la representación del representante a la vista de esos todos.
En el mantelito del té, no se comen los fideos con tuco.  No lo podés evitar y ya te descubrieron.
La idea obsesiva no se enjuaga con nada, ni con lavandina sacás los hongos de la tabla. Están ahí, acampando por los siglos de los siglos. Son colonia, pero se pasan de imperialistas.
Le das por todos los ángulos, y no hay manera. Esa inflexibilidad ya es un enemigo desafiante. La querés partir en pedacitos, como intentando desglosar algo de su morfología categórica e imperativa, para que ocupe menos lugar, y que  no sea tan contundente. Pero no. Ni se inmuta.
No solo eso. No sirve para nada. No saca la mancha, no ayuda a limpiar, y encima, como si algo le faltara, molesta en sí misma. Como resabio de lo viejo y heredado. Como esos objetos de la infancia que tus viejos acomodaban en repisas y odiabas mirando con ojos afinados, desde el marco de la puerta de tu cuarto. Que conjuraste no tener nunca en tu propia casa. Y hoy, cuando abrís la puerta, es lo primero que ves. Un horror. Te mordés los labios, sacudís la cabeza lado a lado y para abajo. Fruncís la vista y no la podés creer, no?
Intentás tomarlo con un poco más de calma, racionalizando la cuestión de que es sólo una tabla de lavar, y que no pasa nada, porque vamos! es madera mojada... pero ni vos te convencés.

La idea obsesiva sigue ahí. Tiesa, haciéndote refregar y retorcer. No la podés desechar al carajo y listo. No saca la mancha. No sirve para nada. Como una tabla de lavar... con todo lo que ella implica.

miércoles, 30 de mayo de 2012

23.30

A estas horas, me arropabas.
Mi pelo se enredaba en tu caricia, y me perdía en lo aterciopelado de tu voz... que era mi risa.
Servías un té muy oriental. La paciencia de tu mirada, hundía toda mi irritabilidad en lo efímero. Y sólo quedábamos vos y yo. Y una almohada.
Te contaba como, en las vísperas de nuestra cotidiana celebración, había transitado un día normal y corriente. Todo lo encontrabas maravilloso. Y para mí, tu presencia bastaba para que la dicha se hiciera texto.
No hacía frío. Estabas.
No había un límite entre el soñar y la vigilia. Me dormía escuchándote. Despertaba más abrigada.
Esos besos de cereza hacían soleadas hasta las mañanas en las que el sol parecía estar en huelga de rayos caídos...como perdidos en lo mojado de un aire que no me hacía falta respirar. Aire puro y flotar en él, eso era amanecer después de vos.
Recorrer el mercado, una travesura que esperaba narrarte con picardía cómplice. Paseaba por vidrieras llenas de regalos que envolvía para darte, pero sin decirte nada.

Cruzar el infierno urbano que me alejaba de casa, era un tránsito ajeno. Nada me tocaba. Porque sabía que no había momento más sutil que la llegada. Ahí estabas. Y ya me lo habías anunciado de todas las maneras posibles.Con la sorpresa de lo cálido. Bálsamo inusitado.
Tu aroma en todo mi espacio. Tu tacto en toda mi temporalidad. Tu presencia total. Por todos lados. En toda yo.
A estas horas me arropabas...
En este instante sé, que sos tan imaginario como una nube con forma de gato gordo y gris.
En este instante sé que el silencio se tragó la risa.
En este instante sé que el abismo del desconcierto, duele más que la palabra más afilada.






lunes, 28 de mayo de 2012

Paréntesis musical


AM&E (ahora mirando y escuchando)





Oh don't, don't, don't get up
Sh, sh, sh, sh
I can't see the sunshine
I'll be waiting for you, baby
Cause I'm through
Sit me down
Shut me up
I'll calm down
And I'll get along with you 









No puedo dejar de sorprenderme cuando me llega una canción, y dice algo de lo que yo quería decir, pero no sabía cómo...
Estos chicos son divertidisimos.
Simples.
Me encantan.

Jarrito

Las mañanas y las tardes, desde marzo hasta noviembre o un poco más también, no son sin Jarrito.
Jarrito es eso, un jarro pequeño, o una taza enorme. Pero como le tengo cariño, me quedo con el diminutivo.
Huele a los aromas de infusiones varias, y también a las mezcolanzas casi alquímicas que en él vierto.
A primera hora, café. Tres, mínimo. Llegando el mediodía, una sopa. De preferencia, espárragos.
Y después... después arranca la quimera. Jarrito suplica con sus asas juntas a modo de ruego, que deje de llenarlo y vaciarlo  al ritmo con el que tipeo informes, trabajos y manualidaddes virtuales. Él sabe que a falta de un interlocutor real, voy y vengo a la cocina, hablando conmigo misma, con la cabeza tan humenate como su borde. Una enjuagada así nomás, y otra ronda, de lo que sea.
Siempre me acompaña, y sabe esconderse a la hora de las visitas. No queremos que nos descubran. El ya no está para la vida en sociedad, y nuestro romance, es secreto.  Así lo queremos ambos.
Tengo un perro también. Pero Jarrito... él es especial. No sé si es mi mejor amigo. Ni mi enemigo, ni mi amante, ni mi mentor.
A veces oficia de párroco confesor, y su mirada comprensiva me reconforta, tanto como el té de Ceylán. Cuando ya no doy más, cuando lloro y moqueo por los infortunios de la vida, el es mi apoyo. Sabe servirme capuccino, y cede protagonismo a alguna solidez dulce. Eso sí, en los momentos de felicidad, rebalsa de café fuerte, o de tés especiados. Y todo es celebración. Baila sobre el parlantito sobre el cual lo apoyo. Porque cuando hay alegría, la música está a todo vapor. Como Jarrito.
Podría decirse que Jarrito es a mi, como Willson a Tom Hanks. Pero no tiene cara. O las tiene todas.
También su hueco hace a las veces de instancias psíquicas. Y sus brevajes me funcionan como superyó, o ello, según anden mis humores. Todo se complementa y fusiona. Y no me digan que es demasiado para una taza!


miércoles, 23 de mayo de 2012

Café

Por aquellas cosas que archivé, y hoy vuelven... como quien vuelve al país, pero todavía no...

Si me lo preguntaban, hubiera jurado que nunca lo haría.
Pero no me lo preguntaron, y lo hice.
Una dimensión desconocida de mi risa y sabores de cremas varias, hicieron la delicia de mi jueves por la tarde.
Insospechado, insospechable. Y tan real, por fin.
Una temperatura humeante, al roce con los labios, logró intimidarme. Con aroma desconocido y color lejano. La intensidad, toda.
Un café.
La borra en el fondo de la taza me habrá delatado? No había nadie. No se lo dije a nadie.
Y me tomé hasta el último sorbo.



lunes, 21 de mayo de 2012

El Seminario

Resulta que hoy compré un libro.
Y qué libro.
Un impensable, para mí.
Como si eso fuera poco, estoy chocha con el.
Hace más de diez años que transito los pasillos de ambas mazmorras Psi...
Sí, más de diez años. Lo escribo y se me fruncen los ojos, como si no quisieran ver en la pantalla esta de papel virtual, una verdad tan bochornosa.
Supongo que lo superaré, o no, pero al menos espero recibirme en breve. Tampoco sé muy bien para qué, pero ese es otro canto.
Resulta, entonces, que ahora en mi biblioteca mínima, está él: la perro -chiste. Malo, pero inevitable- Lacan.

Llegó don Jacques a esta humilde morada. Él y su matemática afrancesada, de hermenéutica libidinosa.Yo le dije muchas veces que con el aporte de Saussure, cualquiera es Gardel. Se lo dije y de muy mala manera. Enojada. Rasgandome las vestiduras, como acostumbro cuando algo me enerva. Aunque tal enervación sea fruto de mi ignorancia, claro. Pero me las rasgo igual. No escatimo en el gasto textil, ni en la exageración de las proclamas. 
Acérrima para la oposición a los freudianos y post freudianos, y casi nazi para los lacaneanos, hoy soy toda tolerancia. Bueno, casi.
Sé que las malas lenguas acusarán tal tolerancia de tendenciosa e inconsistente, pero no es así. Vean.
Haber dado paso a mis ojos para que se adentren en senderos de grafos y matemas, en colinas de campiña francesa, es parte de mi excursión intelectual. Como quien agarra la bici y se va por ahi.
Sabemos que a Michel nada lo corre ni un milímetro de mi corazón pulsional. Ninguno de sus compatriotas, ni ninguno de sus congéneres. No obstante, él me dijo que el estructuralismo no es un método nuevo, sino la conciencia despierta e inquieta del saber moderno. No puedo ser más estructuralista que el estructuralismo. No lo soy, tampoco. Sí inquieta. 
Por eso, mis pies me llevan por la vastedad de las letras. Todas las que pueda abarcar. Que son muchas menos que las que desearía conocer. 
Así llegué a ese camino -que más tarde otro coterráneo indicaría de- inclasificable. 
Ahí estamos todos. Los que sí y los que no. No hay una divisoria de aguas de locuras más o menos.
No hay eso del bushido del no-gris. Acá estamos todos, como en un mar de caras en hojas de diarios... crónicas de vidas de todos los matices. Y  ninguna clasificable.
Algunas teorías hacen creer a algunos fanáticos, que no hay nada más allá, ni más acá ni más después. Y eso quita toda nobleza a la teoría misma. La echa por la borda, la fulmina, la ultraja.
Realmente no es imperativo conocer si el destino de Freud, el Che Guevara o Cristo hubiera sido otro de haber continuado ellos vivos. Lo que sí es casi un deber ético, es la elucidación de un supuesto saber. De un Otro supuesto al saber, como dice acá, mi nuevo amigo.
Seminario 3. Psicosis para todos y todas -otro chiste, peor que el anterior- 
Lecturas inquietas. Siempre.





domingo, 20 de mayo de 2012

Peces y flores... in memoriam


flotitud

y todojunto

Te extraño. Y a la vez, no. Porque llueve y no te veo.
Te lloro sin decirte y te nombro en ausencia.
Llamo a Pelusa y no viene. Dónde está ese gato ahora que lo necesito?
Sí, ya sé que es imaginario. Pero sabés qué? Creo que hasta a él te llevaste.
Devolveme la magia que te robaste, y que escondiste bajo tu sillón colorado.
No te voy a decir nada, no te lo voy a decir nunca.
Ya sabés que creo que moriré antes de develar los misterios de la matrix internética. 
Y te escribo acá, por no decirte ahí.
Te extraño, pero no te quiero.
No quiero quererte. No te quiero mio.
En esta lluvia no hay gotitas. Y mi chicle se empecina en ser berry, (aunque lo deseo cherry)
No sé quién sos. Pero a la vez, sí.
Te escribo sin leerte y eso me condena.
Sé que no hay métrica que contenga esta canzonetta.
Pero tampoco hay cuerpo que resista tanto silencio.
Me la estás haciendo difícil, recontra dificil. Y tenés razón. Cuando fuiste simple no te creí.
Y yo que me proclamaba la reina de lo simple y verdadero! salí despavorida por esa calle que ya sabés. Esa, por la que te corrí tantas veces. Por la que te alcancé descalzo, tropezando dos veces con la misma piedra. Tan imaginaria como Pelusa.
Te pido perdón, con tantos ideogramas como caben en una taza japonesa. O china.
Nadie en la vida, nadie, hizo de un beso un capítulo siete. 
(lo copio letra por letra, como un castigo en tu nombre, de la textura de un libro que huele a tu noche)


 Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

     Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

Parapapá

La imaginación no tiene techo. Pero mi cocina sí.
Los grandes ideales que hoy profeso a cielo abierto, guardan intima relación con algunos techos que no fueron tales en tanto tope, sino resguardo. En la construcción de estos y en los reales de mi cocina, ayudó -si es que este verbo a caso alcanza-.
Como en la crónica de mi vegentarianidad, no todo es tan risueño, pero no importa.
En definitiva, esta no es sino una retorcida manera de dar paso medianamente formal, a un enunciado al boleo que disparaté hoy a la mañana. Pero, vaya a saber qué habrá conmovido, fue solicitado. Algo así como una nota mental, que requería un poco más de fundamento.
Iba a mandar un mail, pero me pareció que bien podría -esta- ser la oportunidad de una nueva entrada en -este-, mi maxikiosco personal.
Los motivos de las gentes son recónditos. Las utilidades de las capacidades humanas, inverosímiles.
El sentido de fraternidad sin lazo de sangre, no tiene nombre. Y acá viene: la identificación a un significante, aun cuando este represente lo peor, lo siniestro, puede tener cierta relación con la resiliencia (pensaba yo). Y -agrego que-, a falta de un algo que nombre el fervor fraterno, esta identificación es solo a una palabra. Que nada tiene que ver con una parte del todo significado, sino que emerge a costa de un Tánatos que no logró su hazaña. Al que se lo nombra como patrón y señor, paradójicamente, de la vida.
Una vida que no vale por sí misma -como si eso fuera poco- sino por el recupero. Una nueva versión de lo que fue y que nadie quiso, pero que conminó a una nueva realidad, en la que no tiene asidero el emblema, sino lo puramente simple. El alma.



jueves, 17 de mayo de 2012

Ciclotimia sin igual, la que padezco. Me ha dejado muy pero muy mal parada en relaciones y situaciones de todo tipo. No puedo aguantarme las palabras inoportunas, sencillamente, no puedo.
Quedo esclava de mis sincericidios, y lo que es peor, me termino de cavar la tumba cuando intento maniobrarlos.
Significantes más, significantes menos, pareciera no haber un filtro entre lo que pienso y lo que digo. O hago.
Sí. Ya son casi pasajes al acto.
Con el tiempo -a algunos les llevó más, a otros menos... y otros aun lo intentan- quienes me conocen, empezaron a tenerme más paciencia. O piedad.
Lo peor de todo esto, es que cuando más feliz soy, menos hablo. Se desliza y evidencia, entonces, la carencia absoluta de esta sensación. Mi verborragia crónica, mi padecimiento hablado.
Pero a todo esto -y por suerte y alivio para mi- hay también puertas o ventanas o algo, que se abre.
Estas aperturas solían venir de la mando de algún caballero muy señorial, que entraba en mi vida por la alfombra de la realeza, y salía despedido por el paredón del olvido.
Modas de un silencio ficticio. Mal actuado de mi parte. Y con motivaciones de complacencia, en la pretendida (y añorada) calma. Que no era tal, claro.
Hasta que  un día, me callé. Simplemente me callé, y fui felíz. No hubo nadie a quien atribuirle mi calma. Igualmente, fue hace tan poco que probablemente no sea un alguien en particular, sino los muchos en general. La vida, mi arte. Vaya uno a saber. Pero es. Una nueva ala. O la que me faltaba.
La clara experiencia de libertad, la sensación de volar y flotar al mismo tiempo. Aire y agua. Como una versión viviente de ese cuadro que siempre me gustó y que nunca supe como se llamaba. Ese en el que hay muchos peces que trasmudan en pájaros. O al revés.
Hoy encontré todo. De a ratos me retuerzo presa del pánico ante lo nuevo. Me permito un desliz de palabrines, y no sucumbo. Es como un acuerdo. Un trato. Un tratar... a veces lograr, a veces no. Pero es.
Y digo que encontré todo, porque no solo que hallo mi esencia en el silencio -en el que soy- sino que además, después de haber dado el último (espero) coletazo de barbaridades semánticas, estoy en paz.
Ubiqué la maravilla de lo posible. De lo que se puede. Que es real. Que no es la muerte de nadie si me equivoco, ni si me atrevo. No muero por no decir. Digo porque quiero.
Encontré mi deseo.
Y el cuadro.




Esto era todo?

todo... que es nada.
palabras encriptadas en melaza innecesaria. Embriagante jugo falaz de verbos y afines... todo para qué? para nada...
Con qué necesidad las palabras y las cosas mancomunan esfuerzos para socavar voluntades? Si a caso fuera imprescindible decir algo, la piedad de la urgencia echaría su manto. Pero un sinsentido tan atroz como escéptico, no tiene perdón. Ninguno.
Teñir mañanas enteras, transicionales tardes otoñales, y noches rayanas en locura y alba... teñir de un color gris, suave y agamuzado. Como un gato ruso azul imaginario. Para qué? Para un todo que se desmadra en banal nada.
No hacía falta nada. Y sin embargo, se echó mano de todo. Hasta de un sensiblero arrabal lluvioso, confinado a ser testigo de una querencia mentirosa. Un exabrupto de deseo voraz, que fue tan efímero como canibalístico... Una serpiente mordiéndose su propia cola es incluso más grácil, que tal difamante bochorno letrado.
Promesas y conjuros de todos los matices. De todos. Que son nada.
Dispuesta a sostener con la materialidad de mi cuerpo entero aquello en lo que me traduje, asistí al esperpento de lo tácito. Del ni. Del pero.
Horror. Siniestro todo, que era nada.
No me arrepiento. Así y todo no me arrepiento. No dejo de preguntarme sobre los motivos de las gentes. Y eso que trato. No entiendo. Nada. Que es todo.
Por alguna callejuela arrastraré tamaña decepción. Buscaré en las alcantarillas lo perdido de la huella mágica. Me sorprenderé, con zapatos rojos, volviendo unos pasos. Remezclaré esas palabras. En el mayor número de su posible combinatoria. Sabré que la mística de lo no dicho tiene el efecto radical de lo inmaculado. En medio de estos vaivenes no podré sino asumir que son mis propios parámetros rancios los que me confinaron. Dejaré la puerta abierta, para salir sonriendo. Riendome de mi misma, como acostumbro al descubrirme enmarañadamente trastornada.
Conservo la expectativa lúdica intacta. No sufro. Una calesita al son de una verdulera es menos irritante que tanta pregunta.
Capaz solo basta con decirle a quien corresponda todo esto. Pero si es nada.... para qué?
Empujo al olvido? Espero en el barro?
Yo no quería nada. Y pasó todo. O quería todo y no pasó nada?




lunes, 14 de mayo de 2012

Mordida de hielo

El dolor es frío, no tengo duda.
El amor puede ser  caliente, o no. Pero el dolor es hielo. Dientes afilados como estalactitas y estalagmitas que trituran toda voluntad de vivir.
La nada puede ser oscura, o no. Pero el dolor es gélido. Paralizante sensación de desconsuelo...
Todo infortunio parece acontecer en invierno. No hay beso de verano, ni sonrisa de primavera.
Claro que la impronta pictórica de los chocolates y el brandy al fuego podría ser la adecuada refutación de esto que digo. Pero no. Esa es una opción, es solo una de las miles posibilidades que puede acontecer entre bajas nubes negras. El frío es frío. Como el dolor.


miércoles, 9 de mayo de 2012

Uno

Enganchar palabras para poder hablar un poco de él, es un acto sin fin.

Podría pasar horas y horas... y abochornarlo ante sus amigotes (como ya lo he hecho en alguna que otra ocasión).
No voy a excederme. O al menos intentaré automoderarme.
Pero no puedo no hablar de él. No hay un día en el que no lo mencione. A quien sea, y con cualquier motivo.
Así como mis abuelos merecen un capítulo especial -que aun les debo- él merece una colección de veinticinco tomos, mínimo. Lo amo. Tanto. Tantísimo.

Una anécdota, y me callo.
Año 1999. Yo diecisiete, el cinco, apenas. Plaza en Puerto Madero (que lo llevábamos al río invariablemente los días de viento y frío, también merece un apartado especial).
Conseguimos una hamaca! Corrimos (yo más desesperada que él, obvio). Lo siento, lo acomodo y le indico que se agarre y se sostenga y no se caiga y tenga cuidado y no se mueva mucho... me mira. Me callo.
Mientras levantaba la hamaca con él arriba, oigo a un padre llamando a su hijo por el nombre. Me quedo inmóvil.
Si había algo que nunca hubiera sospechado, es que alguna otra persona en el mundo se pudiera llamar como él. Amo su nombre, pero es raro. Especial. Como él...
Absorta y quieta, asistiendo a la caída de todos mis postulados respecto del nombre y sus posibles tocayos, un chaparroncito de voz grave y dulcísima me increpa:
-daaaaale, me podés hamacar?
-si... pero viste? (medio lenta en la prosodia) hay un nene que se llama como vos...
-hay mil perros que se llaman como yo. Me podés hamacar de una vez?

El resto del mundo sobra.

lunes, 7 de mayo de 2012

Escarbando rellenos

de cómo dejé de ser fundamentalista

o de cómo me volví menos o más... algo.

El emporio de vegetales que suele haber en mi casa, amerita todo tipo de cometarios de mis invitados, huéspedes y hasta la propia familia.
Adoro que el crisper de la heladera tenga esa atiborrada sensación verde.
Igual, esto que hoy cuento tan resuelta y alegremente, transitó por la sinuosidad de varios empedrados.
Volvía de la escuela un mediodía... seguramente no de invierno o de baja temperatura. Esto no lo recuerdo en si, pero el desenlace del asunto es lo que me hace arribar o dilucidar un poco el tema.
Llegaba, entonces. Me opuse tajantemente a comer el churrasco que se cocinaba para servirse en breve.
Ante el asombro, indignación e inmediata resignación de quienes me criaron, el churrasco fue remplazado por un: -hay para hacer ensalada-
Perfecto, pensé.
Rallé zanahorias y corté lechugas. Ofrecí hacer más para el resto de los comensales. Nadie contestó. Yo hice.
Nos sentamos a almorzar. Ellos: miserables asesinos animalicidas, carnívoros de alma corrupta; y yo: la emergente y flamante vegetófila, la proclamadora de la igualdad de especies cósmicas, la sana y natural.
Recuerdo que no me importó en lo absoluto comer ensalada tres días seguidos. Y, como dije antes, supongo que sería porque las temeperaturas me lo permitían. (Hoy para mí sería un impensable comer algo sin cocción si la temperatura ambiente es inferior a veinticinco grados).
Lllegó el invierno.
A todo esto, la sociabilización de mi nueva manera de salvar a la especie humana del pecado original de la fagocitación carnívora, crecía de manera exponencial.
A cada reunión a la que iba, llevaba mi prédica. Pero era sutil. Tenía estrategia. No me abalanzaba sobre quienes elegían el bocado pecaminoso, sino que esperaba que me lo ofrecieran, para luego hacer pompa y gala de mis motivos (más que fundamentalistas, claramente) para no cometer tamaño crimen. Logré evengelizar a unos cuantos. Y horrorizar a más de esos cuántos...
Así, a medida que mi imperialismo ideológico del vegetal avanzaba, el frío se hacía cada vez más crudo.
Un día, una noche, en realidad, llegué a mi casa. Cinco grados bajo cero. Había pollo al horno. Me sirvieron  las papitas y esas menudencias que suelen acompañarlo.
Miré el pollo humeante. No cedí. Terminó la cena, y orgullosa, me tomé tres tazas de té hirviendo, como para darle un poco de temperatura a mi cuerpo incólume de fratifagia. Porque ese era mi lema: somos todos hermanos. No nos comemos.
Pasaron años de papas y ensaladas. Años de escarbar rellenos en busca del rastro, prueba del delito. Años de no comer chocolates que tuvieran grasa bovina. De no usar shampoo de marcas que experimentaran con animales. De leer y participar activa y acérrimamente de espacios veganos, macrobióticos y otras banalidades de la vegetarianidad orgánica y casi zen.
Me fuí decididamente al carajo. Pero no cedía.
No sabría ubicar un punto de inflexión como el del inicio de esta quimera. Creo que fue más paulatino. O más algo, o menos otra cosa.
De a poco y readaptando toda teoría a los parámetros de una práctica un poco más civilizada, fui conviertiendome en esto que soy ahora. Que no sé bien qué es. Pero que tampoco me importa.
Lo que sí recuerdo, es que en este rito de pasaje progresivo, una noche, volvió a haber pollo.
-Mari, en el horno están las papitas (con cara de "y esas porquerías que comés vos")
-bueno... (y sabiendo que este era mi fin, o mi principio) pero quiero pollo.
HORROR del público familiar.
-???!!!
-sí, (y tratando de fundamentar lo infundamentable) es como que no me da tanta angustia que se muera un pollo (listo, me había enterrado sola)
- Claro, animal que merece morir, animal hijo de puta si lo hay, el pollo... -
Dijo mi papá, haciendo ahora gala él, pero de su perfecto sarcasmo. Ese que heredé, y que con arduo trabajo aprendí a amar. Casi tanto tanto como a él. Pero no tanto.

viernes, 4 de mayo de 2012

Ahora ya pasó, pero tampoco me olvido.
Aunque admiro el temple de acero de mis amigos, que más que de hierro, son de fuego. O de todo. o de más.
Si de repente me dijeran que hay un incendio o que hay que cruzar el río, o esas cosas a las que uno  juega cuando niño tan fatales y horrosamente divertidas, yo lo salvaría sin dudarlo.
De cualquier cosa, si pudiera. De lo que sea.
No pude salvarlo, y me deshago en una omnipotencia estúpida que a lo único que supo llevarme fue a la nada misma.
Primero, del descarno de la incertidumbre, que siempre es más poderosa que cualquiera de las certezas.
Y después, ante lo inminente de lo inevitable, atada de manos y pies.
El alma en pedazos, cuando el dolor de otros duele más que el propio. No tuve palabras. Ninguna. 
Todos los deseos de que al otro día volvieramos a reírnos de nosotros mismos, como siempre, como si nada.
y así fue.
Así es.
Corto el teléfono y agradezco tu presencia en mi vida. 
Acá te lo escribo (como puedo).

jueves, 3 de mayo de 2012

Cherry (blossoms)

de peces
de flores
de una frase 
de un otro
de una noche
de un capítulo
y de nada
que es todo
de espejos
de un gato
de un gris
de un simbolo
y de tu voz
que es mi risa

viernes, 27 de abril de 2012

Kiosquero

A este sí que no lo pude mandar a ponerse el maxikiosco. A este no. Ya lo tenía. Y bien que lo tenía!
Un kiosco como el que todos quisiéramos tener (o al menos si alguna vez quisiéramos tener un kiosco, estimo que sería como este): golosinas de todos los países; porciones chocolatosas en miles de tamaños, y cositas y chirimbolos de colores. Que no importan qué son, porque de un kiosco solo importa el chocolate y sus derivaciones morfológicas y otras menudencias a las cuales se le adiciona.
Este era un kiosco soñado. Pero el kiosquero.... madre mía!
Le pedí un paquete de galletitas. Me dijo que lo agarre. Lo hice.
El mientras anotaba unas cosas en un dudoso excel, porque si bien yo no tengo muchas luces en materia de planilla de cálculos, esto era un excel de acá a la China, y el kiosquero tenía menos luces que yo, de acá a la China, ida y vuelta.
Cuestión que estaba zambullido en el excel o en la ignorancia que lo acuciaba por tal motivo. Pero estaba zambullido en algo. Toda su corporeidad lo delataba. No casaba una, y se indignaba por ello.
Y yo... yo le vengo a pedir un paquete de galletitas! Cómo se me ocurre?
Tuve que pagar por tamaña osadía. Y por las galletitas, claro.
Me quedé parada como esperando a que me cobre, o me mire, al menos. Se da vuelta con más fastidio con el que tipeaba con uno solo de sus índices...
-qué, nena?!
-(????????? ni mi abuela me dice "nena" ya!) me cobra?
-máh si, dejá ahi (sin mirarme, y ya sabemos mirando qué cosa)
-pero no sé cuánto es...
-(me mira IN DIG NA DO) cinco con cincuenta, no ves?
Ni se me ocurrió preguntarle dónde tenía que estar viendo eso. Le dejé cambio. Salí. Me fuí.
Volví.
-oiga, perdone, pero la verdad, usted atiende muy ma---
-bueno, nena, sisisi, (y cosas que no recuerdo)
Me seguía diciendo nena!!!
-...por eso, ojalá que tenga un buen día y --- Justo cuando lo estaba por mandar a donde ya sabemos que mando, me di cuenta de la paradoja!!-- y que le vaya mejor con ese excel que con el kiosco!
Algo. ALGO le tenía que decir!!!

domingo, 22 de abril de 2012

Mía vuela dorada

Me llevaban de vacaciones a Córdoba. Yo tendría cuatro o cinco años, y mi abuela preparaba una rebosante canasta matera llena de pascualina, galletitas, fruta y otras delicias. Los caramelos eran el aporte de mi abuelo. Sus favoritos, los de pralinné, tenían un color, aroma y textura que para mí eran de un misterio tan abismal como su nombre.
Así salíamos, en el General Urquiza, desde Retiro. Era una odisea. Qué dos mil diez del espacio!! esta era mejor!
La valijita de cuero azul de mi abuelo, y los zapatos marrones de mi abuela, son íconos de una moda retro -que en su momento era actual- que se grabaron en mí for ever, como los caramelos de praliné.
Esta introducción rebosante como la canasta, tiene como objeto acercar la atmósfera abuelar en la que me crié. Aunque es oportuno aclarar, es solo un ápice. Ellos son la inmensidad. Bebo y Ela.
Como muchos abuelos argentinos, conservaban una italinidad religiosa: desde modos de lenguaje, hasta grteríos varios.
Otro día les rendiré homenaje en alguna novela. Pero hoy, el motivo es otro.

Mujer de una entereza de acero, y una perseverancia en la obstinación, como pocas las hay, mi abuela es lo más. Esta y la otra, porque tengo dos. Pero esta, es lo más de lo más.
Desde que cumplí quince años, dice que tiene ochenta... Me increpa a que me reciba antes que se muera, y algunas artimañas mas, anunciando su partida al Reino.
Se emociona y llora. Cómo llora! No se sabe si es risa o el ahogo definitivo de un llanto descontrolado.
Dice de mí, que soy su ñieta adorada. Lo dice en medio de esos ahogos emotivos, y con una prosodia tan rimbombante como encantadora. Porque , vamos! es mi abuela. Yo también la adoro, a ella, a su italinidad heredada y a su corazón de oro.
Ojalá este papel virtual y la torta que mientras escribo está en el horno, te digan de alguna manera cuánto te quiero. Felíz cumpleaños. Felíz yo, de que estés acá conmigo. No te vayas nunca. Nunca.

(muda)


Escuché a alguien pronunciar el "darling" de la primera estrofa con una sutileza tal, que me dejó la sensación de haber caminado en el paraíso...                                     Silencio total. Solo quiero ese darling una y otra vez...

Me pongo un maxikiosco

Yo misma propia de mi.

Ando por ahi sugiriendo oportunamente a gente, a la cual yo considero inoperante para la labor que desempeña, que -en lugar de hacer papelones aberrantemente- se dedique al rubro de las golosinas y otras yerbas de nobleza picardo.
El jueves, por ejemplo, quise pedir un turno con el clínico, y cuando levantaron el teléfono del otro lado, el diálogo fue más o menos el siguiente:
-lá (no dijo "hola", soltó una a medianamente enganchada con un bocado de algo que se parecía a una l. Un asco, sí.)
- buenas tardes, quería pedir un turno con el doctor Santamaría?
-depué de lá do de la tarrrrrrrde, ñora lo turrrrrrno
-(???) bueno, llamo a las do---
-se, se chá
horrorizada, y todavía con la boca abierta, mandé redial...
ring, ring...
-consultorio...
-(medio desconcertada, la voz no era la del que masticaba consonantes aderezadas con grasa: era otra!! qué hago??)... si, yo llamé recién para pedir un turno, hablé con usted?
-no, señora
-(ahí tomé las armas de nuevo) ah, buen--
-antes la atendió uno de los médicos...
-ahhhhhhhhhhh, bueeeeeeno. Entonces sabe qué? dígale a esa persona, que no me importa si es médico o qué, pero es un guarango maleducado, que no tiene la más mínima habilidad interpersonal, y que deja mucho qué desear su vocabulario---
-bueno, señora, sabe lo que pasa, es que está apurado---
-yo le voy a decir algo a usted, que en realidad se lo tendría que decir a el, así que le pido disculpas, pero (en semiología del CBC, me enseñaron que el pero es una manera elegante y que anula todo el enunciado anterior, por ejemplo: "te quiero pero necesito un tiempo": no, no te quiere un carajo) yo voy a llamar después de las dos de la tarde, sí, pero (otra vez, efecto anulador)a mi no me importa si está apurado, y si no tiene tiempo o si no sabe tratar con gente, que se consiga una secretaria o se ponga un maxikiosco . Buenas tardes
-(...) hasta luego, señora

Como estas, tengo mil mandadas al maxikiosco más.
Ahora, y como todo en la vida vuelve (eso no me lo enseñaron en el CBC, creo que lo leí en los carteles de luces rojas de puntitos que hay en algunos colectivos), me encuentro totalmente incapacitada para cumplimentar una tarea sustancialmente fundamental en mi carrera.
...por eso, mando todo al carajo y me pongo mi propio maxikiosco.