Me pasó de abrir la puerta para salir a jugar, y encontrarme con los oficiales montados de la Real Academia Española, que me apabullaron. Me metieron para adentro, no me dejaron salir.
En semi penumbras desplegaron su artillería sobre mi mesa de trabajo (que es la misma en la que me siento a comer). Eran muchos, como diecisiete... o más.
No querían prender la luz. Los miraba desde mis pupilas apresuradas, como intentando descubrir a qué venía tal arresto.
Se hablaban entre ellos. Usaban señas desarticuladas, con micro gestos indescifrables. Gestos de ira, de indignación. Todo rápido, como la luz de un rayo, con ruido sordo a encono.
Finalmente, tras haber descalabrado toda mi casa, encontraron la evidencia: la palabra, parole, word, begriff...
Todas disfrazadas, prontas a salir a escena. Tímidas ante esas miradas, pero seguras del papel que tenían que representar, se sentaron a mi lado. Tuvieron que acomodar un poco sus plumas y ropajes. Una tenía miriñaque... pero se sentó igual.
Cruzamos miradas -como las de ellos, pero más decorosas y sutiles- sabíamos por qué venían. Nosotras no estábamos dispuestas a ceder. En lo absoluto. Declarábamos la resistencia. A lo que fuera.
Interrogatorio.
Todas calladas. Yo también. Nada.
Amenazas. Más silencio. Complicidad desde pestañas enruladas, collares de perlas. Todas nosotras, damas de ninguna docilidad. Calladas.
Dieron en llamar a la Santísima Puntuación. Llegó el representante más puntualmente puntuado.
Nos observó.
Calladas.
No tardó en llegar el Consul de Gramática, tierra abnegada, colonia española. Pero no tan real como la Academia.
Calladas.
Horas de silencio inmóvil. De hueco.
Rompieron todo. Se llevaron papeles. Algunos márgenes. Ninguna nota.
Bailamos a la luz de la luna tras su partida.
Les sacamos la lengua a la cola de sus caballos.
Sabíamos que era nuestra fiesta. Y la celebramos. Plena de excesos. Hiperbaton y metáfora. Metonimias rimbombantes. Y las más confundientes de las semánticas.
Sí, Confundiente. Ella, la estrella en aquella noche. Por ella habían venido, pero nosotras la ocultamos. Y no la descubrieron. Saben que existe, la quieren. Pero ella es de acá. De este refugio. Sólo canta para íntimos amigos, para quienes saben apreciar su tono y su cadencia noctámbula.
Es mística, y es femenina.
Ellos tienen su gerundio. Y cómo lo tienen! lo inventaron sólo para ser impunes.
Desde los comienzos de los siglos letrados, sirve para excusar al más de los cretinos. Una carta que está llegando, un barco que está partiendo... qué es en verdad? nada. Porque ni partió ni está en puerto. Ni llegó, ni se escribió, quizás.
Entonces, los hombres de poca monta, lo capitalizan para su causa.
Como queriendo montar - valga el verbo en redundancia con el sustantivo -esos caballos de talante señoral. Garbo que estos animales majestuosos pierden por completo a causa de tener un infelíz sentado en sus ancas, alardeando briosidad. Que le pertenece por completo e indiscutiblemente al caballo.
Esa perpetración en la acción no hecha, pero con pretenciones de ejecutabilidad, dejan ver la maraña mediocre de excusas baratas y poco inventivas.
Vamos, señores!!! qué es eso de "estoy yendo"? O aquello de "vamos viendo"?. Ni qué decir de "estoy tratando"!! No es más que una impunidad artificial legitimada -impunemente, repito-
De ustedes, sépanlo, nos reímos nosotras.
Porque calladas, no nos descubren. Aunque huelen nuestros perfumes bien en sus narices. Somos una con Confundiente. Un misterio para ustedes.
Una burla a vuestra hostilidad.
Vean, acá se lo estamos escribiendo...