lunes, 28 de mayo de 2012

Jarrito

Las mañanas y las tardes, desde marzo hasta noviembre o un poco más también, no son sin Jarrito.
Jarrito es eso, un jarro pequeño, o una taza enorme. Pero como le tengo cariño, me quedo con el diminutivo.
Huele a los aromas de infusiones varias, y también a las mezcolanzas casi alquímicas que en él vierto.
A primera hora, café. Tres, mínimo. Llegando el mediodía, una sopa. De preferencia, espárragos.
Y después... después arranca la quimera. Jarrito suplica con sus asas juntas a modo de ruego, que deje de llenarlo y vaciarlo  al ritmo con el que tipeo informes, trabajos y manualidaddes virtuales. Él sabe que a falta de un interlocutor real, voy y vengo a la cocina, hablando conmigo misma, con la cabeza tan humenate como su borde. Una enjuagada así nomás, y otra ronda, de lo que sea.
Siempre me acompaña, y sabe esconderse a la hora de las visitas. No queremos que nos descubran. El ya no está para la vida en sociedad, y nuestro romance, es secreto.  Así lo queremos ambos.
Tengo un perro también. Pero Jarrito... él es especial. No sé si es mi mejor amigo. Ni mi enemigo, ni mi amante, ni mi mentor.
A veces oficia de párroco confesor, y su mirada comprensiva me reconforta, tanto como el té de Ceylán. Cuando ya no doy más, cuando lloro y moqueo por los infortunios de la vida, el es mi apoyo. Sabe servirme capuccino, y cede protagonismo a alguna solidez dulce. Eso sí, en los momentos de felicidad, rebalsa de café fuerte, o de tés especiados. Y todo es celebración. Baila sobre el parlantito sobre el cual lo apoyo. Porque cuando hay alegría, la música está a todo vapor. Como Jarrito.
Podría decirse que Jarrito es a mi, como Willson a Tom Hanks. Pero no tiene cara. O las tiene todas.
También su hueco hace a las veces de instancias psíquicas. Y sus brevajes me funcionan como superyó, o ello, según anden mis humores. Todo se complementa y fusiona. Y no me digan que es demasiado para una taza!


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