jueves, 31 de mayo de 2012

La idea obsesiva

es como una tabla de lavar

Fregás y refregás. Te rompés partes del cuerpo retorciéndote en el esmero para que lo manchado desaparezca, y nada: te mira cada vez más instalado y no se va.
Tiene ese olor a madera mojada, apestosa de humedad.
Y así  intentás, en vano -obvio- darle y darle a algo, en apariencia sucio.Que incomoda y molesta, como una mancha de salsa en un mantelito blanco de tomar el té. Es sabido por qué molesta. Porque no era eso.Era otra cosa. O sea, no encontrás cómo explicarlo, pero sabés muy bien cómo es. No se lava en una tabla, todos lo saben, pero vos lo hacés en el fondo de tu lavadero personal, sin éxito ni gloria.
Y queda la evidencia, la representación del representante a la vista de esos todos.
En el mantelito del té, no se comen los fideos con tuco.  No lo podés evitar y ya te descubrieron.
La idea obsesiva no se enjuaga con nada, ni con lavandina sacás los hongos de la tabla. Están ahí, acampando por los siglos de los siglos. Son colonia, pero se pasan de imperialistas.
Le das por todos los ángulos, y no hay manera. Esa inflexibilidad ya es un enemigo desafiante. La querés partir en pedacitos, como intentando desglosar algo de su morfología categórica e imperativa, para que ocupe menos lugar, y que  no sea tan contundente. Pero no. Ni se inmuta.
No solo eso. No sirve para nada. No saca la mancha, no ayuda a limpiar, y encima, como si algo le faltara, molesta en sí misma. Como resabio de lo viejo y heredado. Como esos objetos de la infancia que tus viejos acomodaban en repisas y odiabas mirando con ojos afinados, desde el marco de la puerta de tu cuarto. Que conjuraste no tener nunca en tu propia casa. Y hoy, cuando abrís la puerta, es lo primero que ves. Un horror. Te mordés los labios, sacudís la cabeza lado a lado y para abajo. Fruncís la vista y no la podés creer, no?
Intentás tomarlo con un poco más de calma, racionalizando la cuestión de que es sólo una tabla de lavar, y que no pasa nada, porque vamos! es madera mojada... pero ni vos te convencés.

La idea obsesiva sigue ahí. Tiesa, haciéndote refregar y retorcer. No la podés desechar al carajo y listo. No saca la mancha. No sirve para nada. Como una tabla de lavar... con todo lo que ella implica.

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