viernes, 27 de abril de 2012

Kiosquero

A este sí que no lo pude mandar a ponerse el maxikiosco. A este no. Ya lo tenía. Y bien que lo tenía!
Un kiosco como el que todos quisiéramos tener (o al menos si alguna vez quisiéramos tener un kiosco, estimo que sería como este): golosinas de todos los países; porciones chocolatosas en miles de tamaños, y cositas y chirimbolos de colores. Que no importan qué son, porque de un kiosco solo importa el chocolate y sus derivaciones morfológicas y otras menudencias a las cuales se le adiciona.
Este era un kiosco soñado. Pero el kiosquero.... madre mía!
Le pedí un paquete de galletitas. Me dijo que lo agarre. Lo hice.
El mientras anotaba unas cosas en un dudoso excel, porque si bien yo no tengo muchas luces en materia de planilla de cálculos, esto era un excel de acá a la China, y el kiosquero tenía menos luces que yo, de acá a la China, ida y vuelta.
Cuestión que estaba zambullido en el excel o en la ignorancia que lo acuciaba por tal motivo. Pero estaba zambullido en algo. Toda su corporeidad lo delataba. No casaba una, y se indignaba por ello.
Y yo... yo le vengo a pedir un paquete de galletitas! Cómo se me ocurre?
Tuve que pagar por tamaña osadía. Y por las galletitas, claro.
Me quedé parada como esperando a que me cobre, o me mire, al menos. Se da vuelta con más fastidio con el que tipeaba con uno solo de sus índices...
-qué, nena?!
-(????????? ni mi abuela me dice "nena" ya!) me cobra?
-máh si, dejá ahi (sin mirarme, y ya sabemos mirando qué cosa)
-pero no sé cuánto es...
-(me mira IN DIG NA DO) cinco con cincuenta, no ves?
Ni se me ocurrió preguntarle dónde tenía que estar viendo eso. Le dejé cambio. Salí. Me fuí.
Volví.
-oiga, perdone, pero la verdad, usted atiende muy ma---
-bueno, nena, sisisi, (y cosas que no recuerdo)
Me seguía diciendo nena!!!
-...por eso, ojalá que tenga un buen día y --- Justo cuando lo estaba por mandar a donde ya sabemos que mando, me di cuenta de la paradoja!!-- y que le vaya mejor con ese excel que con el kiosco!
Algo. ALGO le tenía que decir!!!

domingo, 22 de abril de 2012

Mía vuela dorada

Me llevaban de vacaciones a Córdoba. Yo tendría cuatro o cinco años, y mi abuela preparaba una rebosante canasta matera llena de pascualina, galletitas, fruta y otras delicias. Los caramelos eran el aporte de mi abuelo. Sus favoritos, los de pralinné, tenían un color, aroma y textura que para mí eran de un misterio tan abismal como su nombre.
Así salíamos, en el General Urquiza, desde Retiro. Era una odisea. Qué dos mil diez del espacio!! esta era mejor!
La valijita de cuero azul de mi abuelo, y los zapatos marrones de mi abuela, son íconos de una moda retro -que en su momento era actual- que se grabaron en mí for ever, como los caramelos de praliné.
Esta introducción rebosante como la canasta, tiene como objeto acercar la atmósfera abuelar en la que me crié. Aunque es oportuno aclarar, es solo un ápice. Ellos son la inmensidad. Bebo y Ela.
Como muchos abuelos argentinos, conservaban una italinidad religiosa: desde modos de lenguaje, hasta grteríos varios.
Otro día les rendiré homenaje en alguna novela. Pero hoy, el motivo es otro.

Mujer de una entereza de acero, y una perseverancia en la obstinación, como pocas las hay, mi abuela es lo más. Esta y la otra, porque tengo dos. Pero esta, es lo más de lo más.
Desde que cumplí quince años, dice que tiene ochenta... Me increpa a que me reciba antes que se muera, y algunas artimañas mas, anunciando su partida al Reino.
Se emociona y llora. Cómo llora! No se sabe si es risa o el ahogo definitivo de un llanto descontrolado.
Dice de mí, que soy su ñieta adorada. Lo dice en medio de esos ahogos emotivos, y con una prosodia tan rimbombante como encantadora. Porque , vamos! es mi abuela. Yo también la adoro, a ella, a su italinidad heredada y a su corazón de oro.
Ojalá este papel virtual y la torta que mientras escribo está en el horno, te digan de alguna manera cuánto te quiero. Felíz cumpleaños. Felíz yo, de que estés acá conmigo. No te vayas nunca. Nunca.

(muda)


Escuché a alguien pronunciar el "darling" de la primera estrofa con una sutileza tal, que me dejó la sensación de haber caminado en el paraíso...                                     Silencio total. Solo quiero ese darling una y otra vez...

Me pongo un maxikiosco

Yo misma propia de mi.

Ando por ahi sugiriendo oportunamente a gente, a la cual yo considero inoperante para la labor que desempeña, que -en lugar de hacer papelones aberrantemente- se dedique al rubro de las golosinas y otras yerbas de nobleza picardo.
El jueves, por ejemplo, quise pedir un turno con el clínico, y cuando levantaron el teléfono del otro lado, el diálogo fue más o menos el siguiente:
-lá (no dijo "hola", soltó una a medianamente enganchada con un bocado de algo que se parecía a una l. Un asco, sí.)
- buenas tardes, quería pedir un turno con el doctor Santamaría?
-depué de lá do de la tarrrrrrrde, ñora lo turrrrrrno
-(???) bueno, llamo a las do---
-se, se chá
horrorizada, y todavía con la boca abierta, mandé redial...
ring, ring...
-consultorio...
-(medio desconcertada, la voz no era la del que masticaba consonantes aderezadas con grasa: era otra!! qué hago??)... si, yo llamé recién para pedir un turno, hablé con usted?
-no, señora
-(ahí tomé las armas de nuevo) ah, buen--
-antes la atendió uno de los médicos...
-ahhhhhhhhhhh, bueeeeeeno. Entonces sabe qué? dígale a esa persona, que no me importa si es médico o qué, pero es un guarango maleducado, que no tiene la más mínima habilidad interpersonal, y que deja mucho qué desear su vocabulario---
-bueno, señora, sabe lo que pasa, es que está apurado---
-yo le voy a decir algo a usted, que en realidad se lo tendría que decir a el, así que le pido disculpas, pero (en semiología del CBC, me enseñaron que el pero es una manera elegante y que anula todo el enunciado anterior, por ejemplo: "te quiero pero necesito un tiempo": no, no te quiere un carajo) yo voy a llamar después de las dos de la tarde, sí, pero (otra vez, efecto anulador)a mi no me importa si está apurado, y si no tiene tiempo o si no sabe tratar con gente, que se consiga una secretaria o se ponga un maxikiosco . Buenas tardes
-(...) hasta luego, señora

Como estas, tengo mil mandadas al maxikiosco más.
Ahora, y como todo en la vida vuelve (eso no me lo enseñaron en el CBC, creo que lo leí en los carteles de luces rojas de puntitos que hay en algunos colectivos), me encuentro totalmente incapacitada para cumplimentar una tarea sustancialmente fundamental en mi carrera.
...por eso, mando todo al carajo y me pongo mi propio maxikiosco.



sábado, 21 de abril de 2012

Adentro de lo que veo

un espacio me convoca.

Quiero, pero no.
Desisto, pero deseo.
La contrariedad tiene la forma de mi ceja.
Solo veo.
No hay ritmo, aunque lo imagino.
tampoco aromas, pero algo emana.
La interrogación se hace carne con mi uña.
Adentro de lo que veo
hay vacante un hueco.
Horror pero encanto,
Anhelo pero siniestro.
El intercambio se enreda con mi pelo.
Pero solo veo.
No hay nada que lo detenga,
Capaz porque no sabe que hace rato 
lo miro desde adentro.




viernes, 20 de abril de 2012

Mil palomas y un verde limón

Taza en mano, ojota en pie. Una se cayó al piso mientras cruzaba la pierna.Horas entre cúlmines e iniciales de un día y otro.Tendría que estar haciendo otra cosa. Como un placer culposo, elijo no hacerla.Bautizo mi pecado con la devoción creativa, y abro la jaula de las mil palomas.Casi como un capricho, libero los artificios del lenguaje como palomas en la tarde... aunque ya se les haya pasado un poco la hora. Si son mías, pueden estar un poco demoradas. Probablemente por gusto, o tal vez porque sí. Vaya a saber porqué... a veces ni yo conozco los motivos, los asuntos ni los placeres de mis propios pájaros...

Y así van, alborotadas, revoloteando. A ellas no les importa que la metáfora las convoque por la tarde, siendo en realidad horas de la noche. Ellas van.
Es un vuelo casi pulsional. Probablemente porque me asistieron desde los dinteles de las ventanas de la facultad durante horas. Largas horas de monólogos: algunos soberbiamente mediocres, otros, magistralmente impecables... y algunos más que pasaron totalmente desapercibidos.Estaban ahí, tomando sol, bien temprano a la mañana. Malditas palomas, ellas asoleándose, y yo soportando monólogos... pero no, son lindas, miralas: se rascan las plumitas, sacuden el pecho y la cola al mismo tiempo (cómo harán, me pregunto). Picotean unas migas de algo que seguro no fue alimento, contrariamente a lo que ellas suponen. Es una especie de fosilización de algo que ni siquiera fue pan o galletita. Nada. Pero ellas picotean. Y el monólogo, incesante, como ese picoteo.
Pero no voy a hacer de las palomas un discurso florido, o alado para hablar con propiedad propiamente dicha.
A lo que si le estoy dando alas (o al menos modestamente intentándolo) es a la inspiración que me convoca al tiempo que me conmueve.
A veces (todas) hallo en las letras el refugio para mis silencios. Lleno y relleno espacios en los que estoy plácidamente callada o muda. Porque, en rigor de verdad, padezco de una sensibilidad que me hace tan lábil cómo enlace iónico o puente de hidrógeno.Sufro y me retuerzo ante la injusticia, pero ante el dolor del desengaño, muero. Muero, pero solo en partes.
A mis casi treinta años, alumbro un limón.
Un limón que es reducto de todo lo ácido. Un punto verde y arrugado. Pero perfumado, jugoso y simple.
Con una referencia a la paloma blanca y al cliché en el que estaba sentada, doy paso inaugural.
Sean ustedes bienvenidos. 
Le dejo el arte del decir a John Steinbeck, y me callo.



‎"A las gentes que andan huyendo del terror les suceden cosas extrañas; algunas crueles y otras tan hermosas que les vuelven a encender la fe"