miércoles, 18 de noviembre de 2015

mentirosa

Te dije que no. Y sigo viniendo. Como una estúpida, porque ni la necesidad de catarsis se extingue en estas palabras mal acomodadas.
La terapia es una madeja rechoncha y áspera. Cara, además. Y ya estoy harta de los vicios urbanos que no me acuerdo cuándo empecé a consumir.
Te dije que sí, y al final no era tan así. Porque no pude decirte que no, porque no tengo el coraje. Ni el de invitarte a tomar el té, ni el de mandarte al carajo. En los dos casos se trataría de lo mismo: de arrancarte del lugar maldito desde el que tu vapor me quema la naríz.
Te miento descaradamente. Y desnuda me tapo los ojos para que no me veas. Ridícula.
La histeria, no es cierto? no existen causas, y no te das cuenta. Era así?
No me alcanza con vomitar el resto de pensamientos que no llegan a palabras. Ni me alcanza tampoco deshacerme en grafemas de aire y líbido.
Te miento porque no puedo darte nada más real, que todo el mundo que invento para vos.

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